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Acto I, Otello

«Esultate! L’orgoglio musulmano sepolto è in mar»

La presentación de Otello es una de las pruebas más difíciles para cualquier tenor: en frío, recién empezada la ópera, los cuatro versos vigorosos y con altísimos picos agudos de «Esultate!» determinan la fuerza con la que el cantante va a afrontar su papel. Es como si nos dejara su tarjeta de visita: una muestra de lo que es capaz de hacer en pocos segundos, y una promesa de triunfo (o condena) para cuando llegue el final.

 

Acto I, Otello, Desdemona

«Già nella notte densa s’estingue ogni clamor»

Antes de caer prisionero de los celos, el amor de Otello y Desdemona es puro y sin reservas. En la noche del triunfo, tras vencer a la armada otomana, la pareja de enamorados se reúne bajo un cielo nocturno despejado para sellar su compromiso de afecto. El dúo es de una belleza sublime y prolongada, casi diez minutos de éxtasis lírico en la tradición del mejor bel canto.

 

Acto II, Jago, Otello

«Era la notte, Cassio dormia»

El pasaje en el que Jago cuenta con detalle la supuesta infidelidad de Desdemona con Cassio posee un dulce arranque lírico, pues el gran embustero necesita que sus palabras suenen creíbles. Por tanto, las entona con voz de serpiente, pero una vez logra captar la atención de Otello y sembrar la duda, este le corresponde en el diálogo con subidas de intensidad turbulentas que desembocan en un final de acto brutal, explosivo.

 

Acto IV. Desdemona

«Salce, salce» / «Ave Maria»

A punto de dormir y mientras su criada Emilia peina sus cabellos, Desdemona entona la canción del sauce, que aprendió de niña y representa una metáfora de las decepciones en el amor. Incapaz de entender el distanciamiento de Otello, perdida en sus sentimientos contradictorios, esta aria muestra su confusión a la vez que prolonga su candor cuando reza el «Ave Maria», la segunda parte de este refinado y exigente número, una de las grandes maravillas que Verdi escribió para soprano dramática.