Sobre la producción

Un túnel que conecta la vida con el más allá

Giacomo Puccini preparó Il trittico como una unidad indisoluble en tres partes, inspirado en la estructura de la Comedia de Dante –infierno, purgatorio y paraíso– y por los retablos medievales que podían encontrarse en las iglesias, los famosos trípticos que explicaban una historia a partir de la concatenación de imágenes gracias a un argumento o un tema común. Por supuesto, no existe una manera obligatoria de observar un tríptico, y de la misma manera en que podemos elegir detenernos en una imagen en concreto e ignorar las demás, ha ocurrido también, a lo largo de un siglo, que los teatros han representado alguna de estas tres óperas breves en un solo acto –Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi– en un programa individual, o acompañadas de obras de otro compositor. Hace pocas temporadas, de hecho, en el mismo Liceu se representó Suor Angelica junto a Il prigioniero, de Luigi Dallapiccola, en un doble programa que compartía el tema común de la pérdida de la libertad.

Pero no es lo que Puccini hubiera deseado. Para el compositor, las tres óperas de Il trittico no eran títulos individuales divisibles a conveniencia, sino tres variaciones sobre un mismo tema, la muerte, que habían de dar una imagen caleidoscópica al final de una velada. La manera de llegar a este tema era diversa e incluso contradictoria, pues Gianni Schicchi es una comedia negra, Il tabarro un cuadro verista de misterio y crimen y Suor Angelica un melodrama religioso, pero se comprende la intención: entre todas nos dicen que la muerte es un hecho natural, inevitable, una gran broma del destino… pero que hay algo más al otro lado. Aunque si nos ponemos emocionales, el vínculo más fuerte entre estas tres óperas es el talento de Puccini, el último esfuerzo que llegó a completar casi al final de su carrera. Para el público adicto al genio de Lucca, Il trittico es un fenomenal banquete de la mejor ópera lírica italiana.

Las representaciones de Il trittico como una unidad no son habituales en las óperas mundiales –es más, tienen un halo de gran acontecimiento–, y precisamente por eso las próximas funciones en el Liceu tienen una enorme importancia. De hecho, la primera y única escenificación de la trilogía en Barcelona se produjo hace 74 años, en 1948: para la inmensa parte del público esta será una primera vez que, teniendo en cuenta el montaje que se presenta, debería ser también inolvidable y trascendental. En las próximas funciones subirá a escena la producción concebida por la directora de escena holandesa Lotte de Beer para la Bayerische Staatsoper de Múnich, y que tiene una cualidad especial: no sólo presenta las tres óperas de manera creativa, sino que lo hace respetando el deseo de Puccini, como si fueran tres cuadros de una misma historia, inseparables entre sí.

Para alcanzar este objetivo, De Beer –con la ayuda del escenógrafo Bernhard Hammer– ha diseñado un escenario que se presenta en los tres títulos como un túnel en apariencia oscuro, pero que permite regular diferentes cantidades de luz y dar la idea de que es un canal de paso, ya sea dentro de la acción –primer plano y telón de fondo– o como una metáfora del tránsito de la vida a la muerte. La escenografía concreta de cada ópera, por tanto –como puede ser el lecho fúnebre en el que muere Buoso Donati en Gianni Schicchi, o la barca amarrada a un muelle del Sena en Il tabarro– se ajustan al contorno versátil y abstracto común para las tres, y esto le permite a De Beer incluso tomar una decisión infrecuente: tras el final de Il tabarro no habrá caída del telón, sino que inmediatamente comenzará Suor Angelica. Puccini no quería que las tres óperas estuvieran separadas, y Lotte de Beer encuentra una manera de unirlas íntimamente. La única separación sería, por tanto, estilística: la comedia ácida se dará justo después del entreacto, cuando concluyan las dos tragedias crueles.

En cualquier caso, más allá de la estética, el acierto central de la producción está en su búsqueda de una excelencia teatral que siempre ha caracterizado a Puccini, pero que fue volviéndose más refinada a medida que avanzaba en su carrera. Los papeles principales de Il trittico no sólo están hechos para cantantes con técnica y experiencia, sino para actores y actrices capaces de vaciarse emocionalmente –en particular en el papel de Suor Angelica, una de las más difíciles de las heroínas suicidas de Puccini– o de generar una gran empatía cómica y hacer reír al público, como el pícaro y estafador Gianni Schicchi. Si Il trittico es una experiencia indisoluble y absorbente –en tiempo, ideas y emociones–, esta producción honra completamente el deseo de Puccini.