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La celebrada producción de David McVicar de 'Adriana Lecouvreur' regresa al Liceu

Barcelona, 10 de junio de 2024

Estrenada en 1902, 'Adriana Lecouvreur' es la obra más conocida de Francesco Cilea, uno de los compositores más brillantes de la generación de Puccini y Giordano, que vuelve al Liceu del 16 al 29 de junio. Las sopranos líricas Aleksandra Kurzak y Valeria Sepe lideran un reparto de lujo en el que también brillan los tenores Freddie De Tommaso y Roberto Alagna, dirigidos por el maestro Patrick Summers.

En Adriana Lecouvreur, como ya había hecho en dos producciones más que también se han visto en el Liceu —las de Andrea Chénier y La traviata, que volverá la próxima temporada—, McVicar optó por una escenografía de época, de principios del siglo XVIII, que nos traslada al tiempo en el cual sucedieron los hechos originales que inspiraron la ópera de Cilea.

En este caso, no hay ningún gesto posmoderno, ni una sola concesión al estilo informalmente conocido como eurotrash: esta producción es rica en corsés y vestidos lujosos con faldas en forma de copa, pelucas empolvadas, levitas con botones brillantes y un encantador aire francés, todo diseñado por Brigitte Reiffenstuel.

Roberto Alagna.
Roberto Alagna a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)

La decoración de Charles Edwards nos transporta sin subterfugios a los lugares especificados en el libreto: la Comédie Française, una villa noble en las afueras de París, el salón de un palacio, un apartamento humilde. Para mostrar la acción de la ópera y ampliar su significado no hace falta nada más, y esta es una buena muestra de la inteligencia escénica de McVicar, que solo necesita ser provocador cuando hay algún obstáculo que se interpone entre la obra y el público. Si no es así, lo normal es que la obra fluya sin interferencias.

Aleksandra Kurzak, Freddie De Tommaso i Justin Way a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)
Aleksandra Kurzak, Freddie De Tommaso i Justin Way a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)

Además de todo esto, hay dos temas centrales que recorren Adriana Lecouvreur y a los que McVicar da una importancia principal: el arte como experiencia divina, y el amor como pasión incontrolable. Su dramaturgia, pues, incide en estos aspectos de una manera tan inteligente como eficaz. 'Adriana Lecouvreur' es la historia de una actriz enamorada y arrastrada contra su voluntad al interior de un triángulo sentimental que pone fin a su vida, y el mundo del teatro está muy presente en el libreto.

McVicar sitúa el acto I entre bastidores de la Comédie Française, pero trabaja el escenario —presidido por un busto de Molière justo en la embocadura— como si fuera un espejo: mientras la compañía se prepara para salir, también vemos sus acciones en escena, aparentemente observadas por otro público invisible que estaría al otro lado, frente a nosotros. El acto III, que incluye un número de danza —inspirado en el mito griego del Juicio de París—, también es fiel al espíritu histórico, y McVicar nos permite observar un auténtico ballet de corte de los tiempos de Luis XV, con una coreografía deliciosa de Andrew George. La reconstrucción histórica de los espacios, los comportamientos y el arte del período barroco francés resultan, pues, realmente admirables.

Aleksandra Kurzak i Freddie De Tommaso a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)
Aleksandra Kurzak i Freddie De Tommaso a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)

No obstante, el aspecto más destacable de esta producción, que ya pasó por el Liceu en la temporada 2011-2012, tiene que ver con las pasiones: el amor torrencial que une a Adriana y Mauricio, y el odio que separa a Adriana y la Princesa, son las fuerzas emocionales de la ópera, y McVicar las trata con una dramaturgia clara y eficaz. Una de las decisiones de esta producción se encuentra en el hecho de que se incentiva el contacto físico: los besos en escena son reales, sin precipitación, se da suficiente tiempo a los intérpretes de Adriana y Mauricio para que, mientras recuperan el aliento después del esfuerzo de cantar, se besen y se toquen como si estuvieran dominados por una pulsión sexual irreprimible.

Al mismo tiempo, la Princesa transmite toda la maldad de quien decide asesinar a su rival a sangre fría: la relación entre ella y Adriana se construye poco a poco a partir de los celos, el desprecio, el odio y el afán de venganza, lo que concede a la producción no solo una estética monumental de época, delicada y bella, sino también un interesante aspecto psicológico.

Adriana Lecouvreur
'Adriana Lecouvreur'. (© Antoni Bofill)

Argumento

Adriana Lecouvreur es la historia de una actriz, la protagonista de la cual la obra toma su título, enamorada de un noble llamado Mauricio, conde de Sajonia. Adriana es una mujer dedicada al arte y a su perfeccionamiento —se presenta como una intermediaria entre el genio del artista y el público—, que se verá envuelta, contra su voluntad, en una intriga política que pondrá fin a su vida: Mauricio, que aspira a ser el rey de Polonia, busca la ayuda de la Princesa de Bouillon, una antigua amante que todavía sigue enamorada de él.

Pero cuando esta descubre que Mauricio ha olvidado su amor y que solo la busca por interés estratégico, comenzará a trazar un plan de venganza que apuntará directamente a Adriana, a quien identifica como la nueva amante de Mauricio y, por lo tanto, su rival. Tras muchas intrigas repartidas entre el segundo y el tercer acto, que van testimoniando la feroz antipatía entre la Princesa y Adriana, en el cuarto se resuelve la tensión: Adriana recibe un ramo de violetas envenenadas; al aspirar el aroma de las flores, también se intoxica y, finalmente, muere en brazos de su amante.

Adriana Lecouvreur (© Antoni Bofill)
'Adriana Lecouvreur'. (© Antoni Bofill)

La muerte de Adriana es un cliché utilizado ampliamente en muchas óperas de los siglos XIX y XX: el de la mujer pasional, sobrepasada por una realidad que no puede controlar, que muere sin haber conseguido el amor. Adriana es una heroína trágica de una dimensión similar a Mimì de La bohème, Madama Butterfly o la protagonista de La traviata, con arias tempestuosas, pero que muere de una manera irreal.

La partitura

Adriana Lecouvreur es una joya del romanticismo tardío italiano, un drama lleno de melodía, de pasiones a flor de piel, de orquestaciones nítidas y exultantes; uno de los últimos ejemplos de la excelencia del lenguaje clásico antes de la irrupción del modernismo musical en Europa.

El director musical Patrick Summers a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)
El director musical Patrick Summers a la roda de premsa d''Adriana Lecouvreur'. (© GTL)

Adriana Lecouvreur es uno de los papeles más deseados por las grandes sopranos dramáticas, esas fuerzas de la naturaleza que conjugan lirismo y fuerza, las mismas que han construido carreras gloriosas de la mano de roles similares y de alta responsabilidad como Tosca, Mimì, Violetta (La traviata) o Madama Butterfly. La clave se encuentra en la belleza continuada que Cilea proporcionó al personaje, regalándole un aria conmovedora (Poveri fiori), una entrada apoteósica (Io son l’umile ancella), varios duetos colosales, entre otros: dos partes declamatorias —en su aparición en el primer acto y al final del tercero— que permiten que las sopranos vayan más allá de sus límites y demuestren que, además de ser grandes cantantes, también pueden ser excelentes actrices. Es decir, un triunfo con Adriana Lecouvreur es la garantía de conseguir el certificado de diva, la más alta excelencia en el Olimpo de la ópera. Y, como no puede ser de otra manera, estas próximas siete fechas del Liceu contarán con dos sopranos dramáticas de primera línea, la polaca Aleksandra Kurzak y la italiana Valeria Sepe.

El rol de Adriana es tan imparable que el resto de personajes que orbitan a su alrededor deben estar a la misma altura, especialmente el de Mauricio, para tenor spinto. Este papel se lo repartirán el norteamericano Freddie De Tommaso y el francés Roberto Alagna, dos grandes talentos de dos generaciones diferentes. Michonnet, un papel de corte cómico para bajo, será interpretado por Ambrogio Maestri en cinco fechas, y Luis Cansino los días 17 y 20 de junio. Los papeles intrigantes del Príncipe de Bouillon y el Abad de Chauzeil serán, en todas las funciones, para el barítono Felipe Bou y el tenor Didier Peri, respectivamente.

El tercer papel central de la ópera, el de la Princesa de Bouillon, la rival de Adriana, será interpretado por dos mezzosopranos de altísima categoría, la italiana Daniela Barcellona y la francesa Clémentine Margaine. El maestro norteamericano Patrick Summers dirigirá todas las funciones, prolongando así su fértil colaboración con el Liceu, donde ha comandado varias producciones en su condición de director invitado, aportando siempre un sabio equilibrio entre pasión y comprensión racional de lo que demanda cada partitura. En definitiva, una batuta idónea para encontrar la conexión perfecta entre forma y alma de una obra mayor de la ópera del siglo XX.