Adriana Lecouvreur es uno de los papeles más deseados por las grandes sopranos dramáticas, esas fuerzas de la naturaleza que aúnan lirismo y fuerza, las mismas que han construido carreras gloriosas de la mano de roles similares y de alta responsabilidad como Tosca, Mimì, Violetta ('La traviata') o Madama Butterfly.
La clave está en la belleza continuada que Cilèa le proporcionó al personaje, regalándole un aria desgarradora ("Poveri fiori"), una entrada apoteósica ("Io son l’umile ancella"), varios duetos colosales y algo más: dos partes declamatorias –en su aparición en el primer acto y al final del tercero– que permiten que las sopranos vayan más allá de sus límites y demuestren que, además de ser grandes cantantes, también pueden ser excelentes actrices.
Es decir, un triunfo con Adriana Lecouvreur es la garantía de conseguir el certificado de diva, la más alta excelencia en el olimpo de la ópera. Y, como no puede ser de otra forma, estas próximas siete fechas del Liceu contarán con dos sopranos dramáticas de primera línea, la polaca Aleksandra Kurzak y la italiana Valeria Sepe.
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El rol de Adriana es tan arrollador, que el resto de personajes que orbitan a su alrededor deben estar a la misma altura, en especial el de Mauricio, para tenor spinto. Este papel se lo repartirán el norteamericano Freddie De Tommaso y el francés Roberto Alagna, dos grandes talentos de dos generaciones distintas. Michonnet, un papel de corte cómico para bajo, lo cantarán Ambrogio Maestri en cinco fechas, y Luis Cansino los días 17 y 20 de junio.
Los papeles intrigantes del Príncipe de Bouillon y el Abate de Chauzeil serán, en todas las funciones, para el barítono Felipe Bou y el tenor Didier Pieri, respectivamente. El tercer papel central de la ópera, el de la Princesa de Bouillon, la rival de Adriana, será para dos mezzosopranos de altísima categoría, la italiana Daniela Barcellona y la francesa Clémentine Margaine.