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La imposibilidad de amar y ser amada: la tragedia de un deseo incumplido

'La traviata' fue, en su estreno de 1853, una ópera innovadora: por primera vez, una historia seria –sus temas eran la muerte, el rechazo social, el amor imposible– no tenía lugar en la antigüedad, sino en el presente. Verdi descubrió la obra de teatro 'La dama de las camelias' –inspirada en la novela de Alexandre Dumas, hijo, del mismo título– en París un año antes, e inmediatamente decidió escribir la música para una historia de amor saboteada por una sociedad hipócrita. Inspirada en la relación real de Dumas con la cortesana Marie Duplessis, 'La traviata' se ha convertido con el paso de las décadas en la ópera más popular y representada de la historia.

Verdi conoció la historia que finalmente se convertiría en La traviata en 1852, cuando asistió en París a una representación teatral de La dama de las camelias. Esta obra era una adaptación para la escena de una novela publicada en 1848 por Alexandre Dumas, hijo –nacido de una relación extramatrimonial entre su padre Alexandre Dumas, famoso autor de Los tres mosqueteros, y una costurera–, y estaba basada en un episodio autobiográfico. En 1844, Dumas había iniciado una relación con una refinada cortesana, Marie Duplessis, que se caracterizó por una pasión ardiente, un intercambio económico elevado, una ruptura al cabo de un año y un halo de censura moral en los ambientes burgueses de París, tan puritanos como hipócritas. Para Dumas, su encuentro con Marie fue un episodio de gran importancia en su vida, y cuando supo de su muerte en 1847 –aún joven y a causa de una tuberculosis–, quiso recordar su tragedia en una novela que gozó de un enorme éxito durante todo el siglo XIX y buena parte del XX.

'La traviata' (© A. Bofill)
'La Traviata' (© A. Bofill)

Verdi encontró en esta historia todo lo que necesitaba para una ópera: una protagonista de aliento heroico que al final es vencida por fuerzas naturales y sociales que escapan a su control, y un melodrama de apariencia sentimental al gusto del público de su tiempo. Esa protagonista es, en La traviata –cuya traducción sería ‘la extraviada’, ‘la echada a perder’–, Violetta Valéry, también una suntuosa cortesana que recibe las atenciones y las demandas de los hombres ricos de París. En una fiesta en su casa, sin embargo, un día conoce a un joven ingenuo y romántico, Alfredo Germont, que le confiesa una admiración guardada en secreto durante más de un año. Violetta termina sintiendo una verdadera atracción por Alfredo: por primera vez, un hombre le habla de amor –y no de sexo a cambio de dinero–, una emoción que nunca ha experimentado. 

«Basada en la popular novela 'La dama de las camelias', 'La traviata' es una tragedia del espíritu: la de la búsqueda del amor verdadero, y la imposibilidad de conservarlo»

Tras debatirse entre una vida de placeres, pero vacía de sentimientos, y la emoción única del amor verdadero, Violetta escoge lo segundo e inicia una nueva vida con Alfredo. Pero la presión social se conjura para impedir que sea feliz: Giorgio Germont, el padre de Alfredo, le insta a romper la relación –todo el mundo sabe que Violetta es una prostituta y está manchando el buen nombre de su familia–, y ella decide sacrificar su felicidad para no perjudicar al hombre al que ama. Tras un malentendido, Alfredo y Violetta rompen en público en una cruel escena de despecho. Al final, sola, pobre y enferma –desde el primer momento sabemos que tiene una tuberculosis incurable–, Violetta muere, no sin antes reconciliarse con Alfredo. 

'La traviata' (© A. Bofill)
'La Traviata' (© A. Bofill)

El tema de La traviata, pues, es una tragedia del espíritu, la pérdida desgarradora de uno de los mayores bienes emocionales de una persona: el amor correspondido, que lleva a la plenitud, y el dolor insoportable que se produce cuando ese amor se va para siempre, sin que nada lo pueda reemplazar. Verdi seguramente se sintió especialmente identificado con la historia –él mantenía una relación extramatrimonial con Giuseppina Strepponi desde 1842, comentada en términos negativos por sus vecinos–, y su empatía con Violetta es absoluta. En su estreno en Venecia en 1853, La traviata fue considerada una ópera vanguardista –era la primera obra seria que se ambientaba en el presente–, y una de las paradojas de su historia triunfal está en que la noche del debut fue un fracaso estrepitoso. Pero fueron pasando las noches, la inspirada música de Verdi comenzó a volverse familiar para el público, y desde entonces –a diferencia de la flor que Violetta le regala a Alfredo en el primer acto– ni sus melodías ni sus emociones, ni la fuerza de su final desgarrador se han marchitado todavía.