Sobre la obra

El precio de la libertad: auge y caída de una mujer fatal

Massenet se sintió atraído por la historia de Manon porque retrataba un ambiente que seguía dominando el París de finales del XIX, la cumbre de la belle époque. Olivier Py se regala en su dirección de escena en los aspectos sexuales de la historia, a la vez que mantiene el tono moralista necesario advertir las luces y las sombras de la protagonista.

El personaje de Manon hizo su primera aparición en la literatura en una novela entre picaresca y amorosa –La historia del caballero Des Grieux y Manon Lescaut, escrita en 1731– con la que el escritor Antoine François Prévost concluía los siete volúmenes de su autobiografía, Memorias de un hombre de calidad. Prévost, sin embargo, no era un “hombre de calidad” exactamente, si hemos de entenderlo como una persona de moral recta y acciones intachables, sino un hijo descarriado de una familia próspera vinculada a la administración de Luis XIV. Prévost estudió en un seminario y llegó a ordenarse sacerdote, pero siempre tuvo inclinación hacia la aventura y los placeres mundanos: en su juventud fue soldado y viajero, un jugador empedernido y un hombre lujurioso, y hay motivos para afirmar que en su historia de Manon Lescaut, que quiso hacer pasar por ficción, hay mucho de su experiencia personal. En 1730, mientras vivía en Holanda, conoció a una mujer llamada Lenki que le dejó arruinado; poco después regresó a Francia, escribió la novela que le ha hecho merecer la fama eterna y universal, y retomó su vida religiosa.

Manon, por tanto, es una de las muchas encarnaciones de un arquetipo clave en la historia de la mitología y la literatura, el de la mujer fatal, que tendría un auge enorme a partir del siglo XIX con personajes que también llegaron a la ópera como la Carmen de Prosper Mérimée o la Lulu de Frank Wedekind. En cierto modo, Prévost se adelantó a su tiempo: aunque quiso que su novela tuviera un trasfondo moralizante –estaba escrita desde el arrepentimiento por haber extraviado el buen camino y concluía con un duro castigo para Manon, que finalmente fallece lejos de su tierra–, en el XIX fue mejor recibida que en el momento de su publicación. De hecho, la novela fue inicialmente prohibida en Francia por inmoral, pero durante el romanticismo Manon se elevó a la categoría de mujer libre de cualquier imposición moral, que toma sus propias decisiones y asume riesgos. Es por ello que, desde 1830, ha sido un personaje inspirador del cual se han creado películas, ballets y, cómo no, óperas. Además del famoso título de Massenet de 1884, Manon también es protagonista en piezas creadas por Daniel-François Auber (1856) o Giacomo Puccini (1893).

De todas ellas, la de Massenet es la ópera más popular, no sólo por su el carácter pasional de su música –que pasa del color chispeante a la tristeza lírica con facilidad–, sino también por el tratamiento de los personajes protagonistas, a los se les dota de una gran profundidad humana. Manon es una joven ilusa que debe ingresar en un convento, pero cuando se dirige hacia su destino, y haciendo parada en la posta de Amiens donde le espera su primo, descubre otra vida: una posibilidad de lujo y placer que le prometen varios hombres que se enamoran de ella y le conceden sus favores. Manon no se anima a seguir los pasos de sátiros como Guillot de Morfontaine o Monsieur de Brétigny, pero cuando conoce al joven caballero Des Grieux se enamora de él y deciden huir juntos.

En París son felices, pero algo se interpone entre la pareja: la falta de dinero para satisfacer todos los caprichos de Manon. Ella decide, entonces, cambiar de vida: cede finalmente a la tentación de la riqueza y se convierte en una cortesana de éxito, la más popular de toda Francia. Des Grieux decidirá ingresar en el seminario y comenzar una vida religiosa para olvidar a Manon, pero abandonará ese camino cuando ella vuelva a cruzarse en su camino. Los dos son ejemplos de un comportamiento errático  y acabarán en la cárcel tras hacer trampas en una partida de cartas. Pero aunque Des Grieux podrá liberarse gracias a sus contactos familiares, Manon está perdida: antes de ser deportada a Luisiana, donde Francia expulsaba a las prostitutas, morirá enferma en una celda, en brazos de su amado.

 

La Manon de Massenet es una ópera con dos temperaturas: conserva la intención moralizante del Abate Prévost, pero a la vez comprende las pulsiones de sus jóvenes protagonistas: la locura del amor, el deseo de lo material, la búsqueda del placer. Nos viene a decir que nada de eso está lejos del alcance de cualquiera, pero que también debemos ser conscientes de que hay que pagar un precio y aceptar las consecuencias. ¿Emancipación o conformismo? Ese es el gran tema de la mejor ópera de juventud de Massenet, la mejor de su repertorio, sin contar la enorme Werther.