
En Lohengrin, Wagner nos pide que interroguemos al amor y le preguntemos qué significa para nosotros, qué condiciones le exigimos para su existencia y éxito, y cómo nace, se cultiva y se destruye. Elsa es una auténtica revolucionaria en busca del amor como colaboración y compañía, basado en valores y consideraciones compartidas, y no en el estatus o la posición social.
Acto I. Orquesta
“Preludio”
A diferencia de su ópera anterior, Tannhäuser, que contaba con una obertura de larga duración –y que, en algunas versiones, se acerca o supera los 20 minutos–, Wagner optó en Lohengrin por un preludio más breve, de tan solo ocho minutos, con un tema central ampliado que representaba la idea del Santo Grial. Fue uno de los primeros leitmotivs utilizados por Wagner para articular la historia en el ámbito emocional y argumental y es uno de los momentos orquestales más excelsos de toda su obra. El mismo tema del Grial se utilizó, hacia el final de su carrera, en la obertura de Parsifal.
Acto II. Coro
“Treulich gefürt ziehet dahin”
Después de un breve y tumultuoso preludio, el acto III comienza con el pasaje musical más famoso de toda la obra de Wagner: la marcha nupcial con la que Elsa y Lohengrin salen de la iglesia. Concebida inicialmente como una pieza fatalista—ya que el matrimonio de la pareja no durará ni un día—este fragmento, a pesar de ello, se ha convertido con el tiempo en una música habitual tanto en bodas religiosas como laicas, buscando transmitir felicidad y una vida plena. El fragmento tiene una participación central del coro, como a lo largo de toda la ópera.
Acto III. Lohengrin
“In fernem Land”
Después de que Elsa le pregunte su nombre, Lohengrin solicita una audiencia con el rey Heinrich para hacer pública su identidad. En un largo pasaje lírico, el protagonista explica sus orígenes: es un caballero del Grial, hijo de Parsifal, y tiene la misión de hacer el bien, siempre que sea de manera anónima. Al tener que revelar su nombre, su poder se desvanece y debe regresar a su tierra. Lohengrin no contiene arias, pero este pasaje extenso y melódico para tenor es lo más parecido a una canción que Wagner escribió en sus obras de madurez, y constituye uno de los momentos más emocionantes de su carrera.
En escena
Desde que asumió la dirección musical de la Orquesta del Gran Teatre del Liceu en la temporada 2012-2013, Josep Pons ha hecho de la música de Wagner todo un ideal de perfección. Fue él quien trasladó la magnitud ciclópea y la energía sísmica de la música sinfónica alemana al espacio de la ópera, y cada uno de sus títulos es una prueba de fuego para cualquier orquesta que quiera demostrar un nivel óptimo. Así que, cuando en el Liceu se ha realizado algún estreno wagneriano –y se han representado casi todas sus óperas esenciales en los últimos 12 años–, Pons ha decidido subirse al podio y dirigir a los músicos. No solo eso: más allá de las óperas, la programación anual del teatro ha contado con varios programas sinfónicos –Univers Mahler, por ejemplo– cuyo doble propósito era enriquecer la experiencia cultural del público y, al mismo tiempo, entrenar a la orquesta en el repertorio más denso. De esta manera, cuando llegaba el momento de interpretar Wagner, desde el foso emergía un sonido compacto, exacto y grandioso. Y este Lohengrin, que es el fin del camino (por el momento) para Pons, llega en un momento de máxima precisión.
No solo la orquesta, también el coro dirigido por Pablo Assante –que tiene un papel muy destacado en esta pieza– se ha mantenido al nivel excelente de siempre, y es importante que todas las piezas sean su mejor versión, porque, aunque superficialmente pueda parecer que Lohengrin es una ópera menos exigente dentro del conjunto de títulos wagnerianos –al menos si se compara con Der Ring des Nibelungen (El anillo del nibelungo) o Parsifal–, lo cierto es que se acerca más a los dramas musicales de la madurez de Wagner que a las convenciones románticas. Todas las voces principales deben hacer el esfuerzo sobrehumano de elevarse por encima de una gran masa orquestal, de estar muchos minutos en el escenario –en una obra que no es precisamente corta; dura unas tres horas y media–, y combinarse entre sí para desentrañar la enorme complejidad de la partitura. Por suerte, cada una de las voces principales del reparto de Lohengrin puede presumir de haberse ganado a base de esfuerzo y talento el título de gran intérprete de Wagner.
El papel principal será para el veterano tenor alemán Klaus Florian Vogt, un cantante sublime con un timbre bello –y extraordinariamente agudo y refinado– ideal para Lohengrin, que cuenta con varios pasajes líricos de gran sensibilidad. En el papel de Elsa von Brabant estará la soprano noruega Elisabeth Teige, una de las grandes especialistas de los últimos años, y el otro papel femenino central, el de Ortrud, será para una soprano adorada en el Liceu, la sueca Iréne Theorin, que regresa al Teatro después de varias temporadas sin cantar ópera escenificada. Los papeles para voz grave del rey Heinrich y el caballero Friedrich von Telramund serán, respectivamente, para el bajo austriaco Günther Groissböck y el barítono islandés Olafur Sigurdarson, dos carismáticas nuevas estrellas wagnerianas. En el papel del Heraldo estará el barítono alemán Roman Trekel y, además, los papeles menores de los Caballeros y las Jóvenes nobles serán interpretados por nuevas voces locales: Jorge Rodríguez Norton, Gerardo López, Guillem Batllori, Toni Marsol (Caballeros), y Raquel Lucena, Oihane González, Mariel Fontes, Gloria López, Mariel Aguilar y Elizabeth Maldonado (Jóvenes nobles).