Momentos musicales clave

Cuatro voces majestuosas al servicio de Mozart y Castellucci

Castellucci impone un concepto original, reflexivo y bello, que en este caso se sirve del genio de Mozart para crear una obra dramática de gran altura intelectual, que dialoga con el pasado, se preocupa por el presente y se proyecta hacia la eternidad.

Requiem de Mozart – mise en scène Romeo Castellucci – Festival d’Aix-en-Provence 2019 © Pascal Victor
Requiem de Mozart – mise en scène Romeo Castellucci – Festival d’Aix-en-Provence 2019 © Pascal Victor

Parte I. Coro, soprano
«Introitus. Requiem aeternam»

El comienzo es pausado y solemne: el alma ha abandonado el cuerpo y flota de manera imprecisa en el espacio ultraterrenal mientras espera alcanzar un descanso final. En latín, «requiem» significa descanso, y en este primer segmento se eleva una oración a Dios para que sea clemente y por la salvación del alma del difunto, así como del alma de los vivos. El coro incrementa el volumen del sonido y da paso a la primera voz solista, la de la soprano, que completa el llamado con un tono elevado y cristalino. Süssmayr, el alumno de Mozart, recuperó los motivos de esta sección al final de la obra.

Parte II. Coro
«Sequentia. a. Dies irae»

La ira de Dios se abate sobre todas las almas: el final de los tiempos, según la escatología cristiana, llegará con la resurrección de los muertos, que deberán someterse al juicio final de su creador. Allí, en función de sus acciones en vida y del castigo que hayan soportado, conocerán su destino final: la condena eterna en el infierno o la luz perpetua en el cielo. Este segmento, en el que el coro canta con una energía furiosa, simboliza el paso del alma por las regiones más terroríficas del más allá, un recordatorio para los vivos de que alcanzar el paraíso tiene un precio.

«El Réquiem, cuya función litúrgica es despedir a un difunto, se ha convertido en algo más que una obra religiosa: es música espiritual en el sentido más amplio».
 

Parte III. Coro
«Sequentia. f. Lachrimosa»

Lachrimosa es, seguramente, la parte más conocida de la misa, una invocación al dolor y a la recompensa que conlleva si se es capaz de soportarlo: la dulzura de su melodía y la compasión que transmite la unión de las voces son un anuncio de la piedad y la bondad de Dios, que recompensará a las almas buenas. Lachrimosa es el final del segmento más rico de la obra, la Sequentia, y una de las últimas piezas que Mozart compuso en su esencia. Las dos siguientes, Domine Jesu y Hostias, también son suyas, aunque no llegó a orquestarlas. A partir de aquí, la composición es de Franz Xaver Süssmayr.

Requiem de Mozart – mise en scène Romeo Castellucci – Festival d’Aix-en-Provence 2019 © Pascal Victor
Requiem de Mozart – mise en scène Romeo Castellucci – Festival d’Aix-en-Provence 2019 © Pascal Victor

En escena

El Réquiem no es una ópera, ni siquiera un oratorio, por lo que no tiene personajes ni argumento. Está escrito para orquesta, coro y cuatro voces solistas, que cantan un texto en latín lleno de emociones terribles y reconfortantes: visiones del infierno y el cielo, de la ira y la clemencia de Dios, y requiere una gran expresividad. En las próximas funciones contaremos con cuatro cantantes de enorme relevancia y prestigio internacional. Por ejemplo, la parte de la soprano la cantará la austriaca Anna Prohaska, una estrella de la música antigua que ha demostrado su talento y el bellísimo timbre de su voz en numerosos grabaciones, mientras que la parte de la contralto la interpretará Marina Viotti. El tenor será otra estrella internacional de largo recorrido, el sudafricano Levy Sekgapane, mientras que el bajo será el estadounidense Soloman Howard. La dirección musical estará a cargo del maestro italiano Giovanni Antonini, cofundador y actual director de la formación de música barroca Il Giardino Armonico, quien se pondrá al frente de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu para abordar la solemnidad del Réquiem y las demás piezas de Mozart que sonarán durante el espectáculo, con el añadido de una fecha extra muy especial: el 17 de febrero, en la basílica de la Sagrada Familia, sonará el Réquiem —en este caso, sin escenografía— para la comunidad LiceUnder35, un concierto de una dimensión espiritual y estética inmejorable.

Además de todo esto, hay un elemento central del Réquiem que tendrá un papel crucial en las funciones del Liceo: el coro. No solo porque musicalmente sostiene toda la estructura de la pieza, sino porque en la producción de Romeo Castellucci tiene la doble función de cantar y, además, interpretar todas las figuraciones alegóricas diseñadas por el dramaturgo italiano. Al fin y al cabo, y por encima de cualquier cantante, la verdadera estrella de esta propuesta es el director de escena. Castellucci se ha convertido, con el paso de los años, en una marca de prestigio, un artista de fuerte personalidad especializado en la producción de acciones teatrales únicas, con un lenguaje visual distintivo caracterizado por la riqueza simbólica, el movimiento coreográfico ordenado y la combinación de recursos escénicos clásicos y modernos, en particular el uso de proyecciones de vídeo. Heredero de la escuela posmoderna iniciada por maestros escénicos como Robert Wilson, Castellucci impone un concepto original, reflexivo y bello, que en este caso se sirve del genio de Mozart para crear una obra dramática de gran altura intelectual, que dialoga con el pasado, se preocupa por el presente y se proyecta hacia la eternidad.