La elegante producción de Graham Vick cuenta con un impresionante elenco de voces líricas y está dirigida por el maestro Riccardo Frizza.
Barcelona, 30 de enero de 2024. El escenario del Gran Teatre del Liceu se llena de misterio con la llegada de Un ballo in maschera de Verdi, que se podrá ver del 9 al 20 de febrero con un total de 9 funciones, además de una sesión exclusiva LiceUnder35 el 7 de febrero. Estrenada en 1859, Un ballo in maschera es una de las obras principales de la madurez de Verdi, con una integración perfecta de música y drama.
Inspirada en un hecho real —el asesinato del rey Gustavo III de Suecia—, aquí afloran las pasiones románticas —el amor imposible, el odio, el arrepentimiento—, con el impactante telón de fondo de un baile de máscaras con el que Graham Vick planteó una producción vistosa y subversiva. Verdi tuvo que pasar dos veces por la censura antes de estrenar la ópera. Así, el compositor se vio obligado a hacer adaptaciones importantes y a trasladar la trama de Suecia al Boston de finales del siglo XVII.
El director de escena Graham Vick falleció pocos meses antes del estreno de esta producción. Jacopo Spirei presenta la versión definitiva de la puesta en escena, que contará con un impresionante elenco de voces líricas y la dirección del maestro Riccardo Frizza. La elegante producción de Graham Vick se ajusta al emocionante drama verdiano. Este Ballo rompe con los códigos tradicionales. Una escenografía construida a partir de una pantalla semicircular que rodea el fondo, con una premonitoria tumba que preside el escenario, sirve de base para narrar el trágico destino en el que se muestran los tormentos de los personajes principales.
Freddie De Tommaso y Arturo Chacón-Cruz interpretan a Riccardo/Gustav III, el rey sueco enamorado de Amèlia (Anna Pirozzi / Saioa Hernández), la esposa del Conde Anckaström, su mejor amigo y consejero (Artur Ruciński / Ernesto Petti). Cuando este último descubre el amor ilícito, se une a una conspiración para asesinar al rey, lo que conduce a la tragedia. Daniela Barcellona y Okka von der Damerau (Ulrica/Arvidson) encarnan a la médium que profetiza la traición y el trágico final. El personaje cómico de Oscar es interpretado por Sara Blanch y Jodie Devos.
Un ballo in maschera gira en torno a una conspiración, un grupo de hombres buscando la manera más efectiva de matar a otro, y el plan se llevará a cabo en un baile de máscaras, donde el anonimato facilita la realización exitosa de un acto tan horrendo. Todo esto funciona porque la máscara es un símbolo poderoso conocido por todas las culturas: representa la capacidad temporal que tiene una persona o una colectividad para ser alguien más durante un tiempo, para ocultarse y confundir, y así subvertir el orden social, negarse a cumplir la norma y cruzar a una realidad alternativa.
En este caso, el resultado es un crimen espantoso e injusto, pero sabemos, a través de festividades como el carnaval o la noche de difuntos, que el disfraz también puede ser sinónimo de alegría y conexión. La idea principal de este proyecto, que Vick no pudo completar y que retomó su amigo y discípulo Jacopo Spirei, quien es el co-creador de facto de la puesta en escena, es que la máscara siempre está presente.
Por ejemplo, la acción comienza con el funeral de Riccardo, el protagonista, que muere al final — la producción, por lo tanto, tiene una estructura circular — y vemos cómo aquellos que habían deseado su muerte ahora lloran y lamentan. ¿Es un dolor genuino o una mentira? Nadie en esta ópera es quien dice ser, todos tienen algo que ocultar o de lo que arrepentirse, y todos cambian de opinión: la máscara es una realidad temporal que los afecta sin distinciones.
Además, Vick introdujo otra idea: el baile de máscaras — la celebración colectiva — no debía tener lugar solo al final, sino donde fuera posible en cualquier momento. Tanto al comienzo de la ópera como al final del primer o segundo acto, el escenario se llena de figurantes que representan diferentes maneras de subvertir o hackear la realidad: figuras andróginas, travestis, cómicos, acróbatas desafiando la gravedad...
Además de aportar un dinamismo constante a la acción —excepto en las escenas introspectivas, cuando el escenario queda vacío—, este movimiento coreografiado por Virginia Spallarossa ayuda a diferenciar bien los tiempos de la ópera, que pasa constantemente de la alegría a la gravedad.
Como es habitual en sus producciones, Graham Vick quiso mezclar los tiempos históricos, con una escenografía moderna —aparentemente minimalista, donde la luz y el color son más importantes para crear una sensación de espacio que la acumulación de objetos— que choca con el vestuario de época, más clásico, de todos los personajes principales, todo ello obra del escenógrafo Richard Hudson.
La escena, al mismo tiempo, se divide en dos alturas, otra de las convenciones habituales de Vick: el coro ocupa un piso superior de punta a punta del escenario, y cuando interviene es como si irrumpiera sorpresivamente, creando una nueva situación de agitación y velocidad.
Cuando Verdi escribió Un ballo in maschera, ya disfrutaba de un importante éxito gracias a la popularidad de las numerosas obras que había compuesto: Nabucco (1842), Macbeth (1847), Rigoletto (1851), Il trovatore (1853), La traviata (1853), entre otras.
En esta posición, solo aspiraba a buscar temas musicales nuevos y audaces a partir de una poderosa historia, en este caso, el asesinato del rey de Suecia, Gustavo III, en 1792, durante un baile de máscaras. Envidias y conspiraciones, mezcladas con pasiones amorosas, política, celos, venganzas y el perdón final, confluyen en una obra maestra de Verdi.
A Nàpols, l’òpera va despertar les ires i prohibicions de la censura: no es podia assassinar un rei a l’escenari, hi havia dificultats per mostrar escenes de bruixeria, davant de la infidelitat hi havia d’haver remordiment i els conspiradors havien d’odiar el duc per raons hereditàries…, així, el compositor es va veure obligat a fer adaptacions importants i a transportar la trama de Suècia al Boston de finals del segle XVII.
El mestre que dirigirà l’orquestra serà un bon conegut del públic del Liceu i un consumat especialista verdià, Riccardo Frizza. Sota la seva batuta hi haurà un elenc de cantants extraordinaris. Els papers principals d’Un ballo in maschera tindran dues veus que s’aniran alternant: l’anglès d’origen italià Freddie de Tommaso, una de les grans revelacions dels darrers anys i un dels tenors més espectaculars d’aquesta dècada, compartirà el rol protagonista de Riccardo amb el mexicà Arturo Chacón-Cruz, un veterà especialitzat en papers lírics lleugers als quals aplica un punt de força necessari.
El antagonista de Riccardo, Renato, escrito para voz de barítono —el clásico villano de Verdi con voz aterciopelada pero grave—, será interpretado por dos cantantes jóvenes con el toque perfecto de madurez, el polaco Artur Ruciński y el italiano Ernesto Petti. Amelia, la protagonista femenina, será cantada por dos sopranos dramáticas bien conocidas por el público de Barcelona, la italiana Anna Pirozzi y la madrileña Saioa Hernández.
Ulrica, un papel para voz grave, será defendido por dos mezzosopranos veteranas con poderes ampliamente contrastados, Daniela Barcellona y Okka von der Damerau. El personaje cómico de Oscar, el paje de Riccardo, está escrito para soprano de coloratura y recaerá también en dos voces elásticas y expresivas, las de Sara Blanch y Jodie Devos.
El resto de los personajes en todas las funciones serán interpretados por los siguientes cantantes: Silvano, uno de los miembros de la corte de Riccardo, será cantado por el barítono David Oller; y los conspiradores Samuel y Tom serán, respectivamente, Valeriano Lanchas y Luis López Navarro.
Un reparto equilibrado, de garantías, que permitirá elevar al máximo nivel este difícil desafío que es Un ballo in maschera.