La historia de Lessons in Love and Violence está inspirada en un episodio real de la Inglaterra del siglo XIV: Eduardo II Plantagenet (1308-1327), recién coronado rey, se encaprichó del maquinador plebeyo Piers Gaveston –algunas teorías apuntan a que fueron amantes–, y su favoritismo al concederle importantes parcelas de poder ayudó a desestabilizar la solidez del reino, poniendo en su contra a la aristocracia militar. Finalmente, los nobles conspiraron para que Gaveston fuera desterrado y el rey abdicara en su hijo, el futuro Eduardo III, quien durante el humillante proceso de derribo de su padre aprendió varias lecciones valiosas sobre el amor y la violencia: a partir de esta trama cruel y jalonada por la más profunda amoralidad, el dramaturgo Christopher Marlowe compuso una obra que tuvo influencia en Shakespeare –Edward II (1594)– y, siglos más tarde, también fue el punto de partida para una película del director vanguardista Derek Jarman, que llevó la historia de Eduardo y Galveston al terreno del deseo homosexual. La ópera de George Benjamin, con libreto de Martin Crimp, es por tanto una nueva revisión del mismo drama, obviando las referencias históricas y exacerbando el comportamiento tempestuoso de los personajes, lo que permite al desarrollo de Lessons abundar en breves pasajes eróticos, violencia física, asesinato y todo tipo de acciones irracionales causadas por la imposibilidad de controlar la pulsión sexual, la ambición y las bajas pasiones que alimentan el afán de poder.
Como ya hicieran Benjamin y Crimp en Written on Skin –a quienes debemos añadir la directora de escena Katie Mitchell como tercer vértice crucial en el triángulo creativo de este magnífico equipo–, el texto y la música se ponen al servicio de la gran especialidad de la ópera, que es la multiplicación de las emociones y la revisión de los conflictos del alma en un contexto contemporáneo, aunque el punto de partida sea una historia medieval. Lessons in Love and Violence no es solo un trabajo de composición moderna de altísimo nivel –la escritura de Benjamin toma ideas del expresionismo, el espectralismo, el contrapunto y la nueva atonalidad, siempre con su sello único–, sino una advertencia moral sobre el reverso oscuro de la ambición de poder, y cómo esta lleva a los hombres a la locura, a la deslealtad y a la soledad. Una fábula cruel culminada con un final a la altura de las expectativas.