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La joven que amaba en sueños

Después de abandonar un proyecto de ópera política, Bellini se centró en 1831 en una comedia ligera inspirada en un éxito francés: La sonnambula. La historia de una joven que camina en sueños y pone en riesgo su matrimonio y felicidad. Gracias a sus espectaculares arias, Bellini se consagró como uno de los principales herederos de la ópera italiana tras la retirada de Rossini, logrando un éxito rotundo en Milán y en todo el mundo.

En 1830, cuando recibió el encargo de componer una nueva ópera, Bellini era un músico muy joven —acababa de cumplir 28 años— y, sin embargo, extremadamente prolífico, ya acumulando seis títulos en un repertorio lírico que, sobre todo desde el estreno de Il pirata (1827), lo había consagrado como una de las grandes estrellas del escenario italiano. Ese año había, además, un enorme vacío en el trono de la ópera: Rossini se había retirado en 1829, y el nuevo estilo que dominaba el lenguaje italiano, el bel canto, buscaba un nuevo héroe. Bellini no era el único candidato para ocupar este espacio de honor —su coetáneo, Gaetano Donizetti, también vivía un momento dulce—, pero sin duda era uno de los valores más sólidos que cualquier promotor aspiraba a contratar para obtener un éxito indiscutible.

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Escena de La Sonnambula (© Javier del Real | Teatro Real)

De hecho, la historia de la composición de La sonnambula está relacionada con una pugna entre dos empresarios rivales. Pompeo Littla, un aristócrata milanés, quería en 1830 tomar el control del Teatro alla Scala, pero no logró este propósito: las autoridades de la ciudad —que entonces estaba bajo el control del imperio austriaco— decidieron seguir confiando en el antiguo intendente, Domenico Barbaja. Pero Litta se obstinó en dirigir un espacio de ópera en Milán, y poco después consiguió la explotación del Teatro Carcano, con el que quiso competir con La Scala mediante una importante inversión económica: logró contratar nuevas óperas de Donizetti y Bellini a principios de 1831 —la temporada de Carnaval era el mejor momento del calendario en Italia, la temporada reservada para los grandes estrenos—, y ambos pusieron manos a la obra.

«La sonnambula fue la séptima ópera de Bellini, un éxito arrollador en Italia y en todo el mundo que lo coronó como el compositor de melodías más brillante de su tiempo.»

Bellini abandonó un proyecto que acababa de iniciar en ese momento —una adaptación de Hernani, el drama de Victor Hugo, que prefirió no continuar debido a su incómodo enfoque político—, y rápidamente encontró una historia amable en una obra francesa que había triunfado en París dos años antes, La somnambule, una especie de comedia de vodevil escrita por el dramaturgo Eugène Scribe, que también se había adaptado como ballet-pantomima con el título La somnambule, ou l’arrivée d’un nouveau seigneur. Bellini trabajó a gran velocidad, entre otras cosas porque su libretista habitual, Felice Romani, le presentó un texto impecable y bien cohesionado, pero también porque Litta le pagó tan generosamente que decidió dar prioridad a La sonnambula y posponer el encargo que, simultáneamente, le había hecho La Scala, que se convertiría en Norma, estrenada también en 1831.

La sonnambula se presentó como una ópera semiseria, un melodrama con una elevada tensión emocional, pero con un final feliz. Cuenta la historia de Amina, una joven molinera de un pueblo de los Alpes suizos, prometida con Elvino, un joven apuesto. Justo cuando están ultimando los detalles de su boda, llega al pueblo un hombre mayor, el conde Rodolfo, que se muestra muy interesado en Amina, admirando su belleza y la semejanza con una mujer que conoció hace muchos años. Este detalle no se especifica en la ópera, pero se intuye que Amina es hija de Rodolfo, fruto de una relación juvenil extramatrimonial.

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Escena de La Sonnambula (© Javier del Real | Teatro Real)

Esa misma noche, en la posada donde se aloja, Rodolfo recibe la visita de dos mujeres: Lisa, la anterior prometida de Elvino, que coquetea con él por despecho, y Amina, que desconoce que es sonámbula y camina dormida por las noches. Amina intenta besar a Rodolfo confundiéndolo con Elvino, y Lisa aprovecha la oportunidad para acusarla de infidelidad ante todo el pueblo, hasta el punto de que Elvino rompe su compromiso con ella. Pero en el segundo acto, Rodolfo intentará encontrar una respuesta racional a todo este lío: explica en qué consiste el sonambulismo y que Amina no era consciente de sus actos y, en una escena final cargada de suspense, en la que Amina vuelve a caminar dormida poniendo en peligro su vida, el pueblo comprende que es pura e inocente y el matrimonio con Elvino seguirá adelante.

En la ópera se trata un tema puramente romántico —la pasión amorosa, acompañada aquí por un conflicto entre la superstición y la ciencia— con un lenguaje musical de una belleza transparente. La sonnambula tiene algunas de las melodías más perfectas y difíciles de la breve carrera de Bellini, sobre todo las del papel protagonista de Amina, y junto con sus últimas obras antes de su prematura muerte en 1835, Norma e I puritani, conforma uno de los repertorios más irresistibles de la mejor época del bel canto italiano.