Momentos musicales clave

Un reparto repleto de talento joven

La Sonnambula es una ópera en la que la música de Bellini brilla con una belleza sobrenatural y gran exigencia vocal. Momentos clave como el dueto entre Elvino y Amina, la primera escena de sonambulismo y el aria final son ejemplos del lirismo y la dificultad técnica de la obra. El papel de Amina es uno de los más exigentes del repertorio, solo al alcance de voces privilegiadas. En esta producción, el rol protagonista recae en Nadine Sierra, una de las mejores sopranos ligeras actuales, acompañada de un reparto de gran talento.

Acto I. Elvino, Amina
«Prendi, l’anel ti dono»

El día antes de su boda, Elvino y Amina se han citado para intercambiarse las alianzas de compromiso. En este delicioso dúo entre los dos enamorados, Elvino toma la mano de Amina y le entrega el anillo de su madre, que tendrá un papel fundamental en el desenlace de la historia. La parte vocal del tenor es puro bel canto: una melodía encantadora y etérea que Amina responde en la misma tesitura hasta que ambas voces se unen de manera celestial. Este pasaje define desde el principio el tono lírico y delicado de la música que seguirá.

Acto I. Rodolfo, Amina, coro
«Che veggio?»

Después de flirtear con Lisa, el conde Rodolfo nota una presencia extraña en la habitación: se trata de Amina, que ha entrado caminando en sueños. Lisa se esconde, aterrada, pero Rodolfo comprende que Amina es sonámbula y no es consciente de dónde se encuentra. En este momento de suspensión de la racionalidad, la música se vuelve etérea, y en el pasaje que canta Amina abundan las notas agudas de gran dificultad. La primera escena de sonambulismo, a la que se sumará a continuación el coro, es el primer gran momento dramático de la ópera.

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Escena de 'La Sonnambula' (© Javier del Real | Teatro Real)

 

Acto II. Amina
«Ah! Non credea mirarti»

En esta conmovedora aria, Amina expresa su dolor tras ser rechazada por Elvino. Creyendo que ha perdido su amor para siempre, su voz se vuelve lastimera y melancólica, con una melodía de una belleza transparente que es uno de los momentos más sublimes de todo el bel canto. Bellini, maestro en el arte de la línea melódica, compone una melodía flotante, casi suspendida en el aire, que refleja la fragilidad y la tristeza de Amina.

En escena

La sonnambula fue la séptima de las diez óperas que compuso Bellini y, como ya había sucedido desde el estreno de la tercera, Il pirata (1827), el éxito fue instantáneo una vez se estrenó. Pero con esta ópera en particular sucedió algo nuevo en la meteórica carrera del compositor: su impacto no se limitó a Milán, ni siquiera a la península itálica, sino que de inmediato se convirtió en una ópera que se reclamaba en diferentes partes del mundo, desde Londres hasta Barcelona, pasando por Buenos Aires y Nueva York. En gran parte, este triunfo era inevitable, ya que el estilo de Bellini era el más deseado de su tiempo y había ascendido a toda velocidad hasta la posición de heredero indiscutible de Rossini. Sin embargo, la expansión internacional de una ópera antes de llegar a América fue un hecho menos previsible que, en este caso, se debió a la belleza melódica de la partitura y al carisma de las primeras intérpretes en el rol protagonista, las sopranos Giuditta Pasta y María Malibrán, dos de las principales divas de principios del siglo XIX. De hecho, aún hoy se considera el papel de Amina como uno de los más difíciles de todo el repertorio, solo al alcance de voces privilegiadas durante una fase muy concreta de su carrera en la que coinciden la agilidad de la juventud y la técnica que solo puede aportar la experiencia. Se podría decir que el 100% no solo del buen transcurso de una presentación, sino de la posibilidad de representar esta ópera con un mínimo de calidad, depende de la soprano.

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Escena de La Sonnambula (© Javier del Real | Teatro Real)

En las funciones del Liceo, esta responsabilidad recaerá en Nadine Sierra, una estrella que en las últimas temporadas ha reafirmado la trayectoria ascendente que ya demostraba desde hacía años y que ha llegado al momento actual como una de las mejores voces ligeras de su generación, un prodigio de la técnica y una emoción con un timbre cautivador que la han elevado al trono del bel canto contemporáneo. De las siete funciones programadas, Sierra cantará en seis —será la italiana Caterina Sala quien actuará la noche del 7 de mayo, así como en la del 16 de abril, programada exclusivamente para la comunidad LiceUnder35—, lo que en sí mismo supone también un reto físico y mental de las más altas exigencias. Acompañándola, en el rol protagonista masculino de Elvino, estará uno de los pocos tenores capaces de mantener el nivel de Sierra, Xabier Anduaga, quien también llega a estas funciones en un momento profesional delicioso. En las fechas del 16 de abril y el 7 de mayo, le tomará el relevo el italiano Omar Mancini.

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Escena de La Sonnambula (© Javier del Real | Teatro Real)

El resto de los papeles de La sonnambula, igualmente exigentes, serán para el bajo-barítono argentino Fernando Radó (el conde Rodolfo), la mezzosoprano Carmen Artaza (Teresa) y la soprano barcelonesa Sabrina Gardez (Lisa). Los dos papeles menores de Alessio y el Notario serán interpretados por el barítono Isaac Galán y el tenor Gerardo López, respectivamente, todos bajo la dirección musical del joven maestro Lorenzo Passerini, una de las estrellas emergentes en la revitalización constante del repertorio lírico italiano.